sábado, 20 de agosto de 2016

Mujeres y fotografía: para nosotras, de nosotras - por Alba Pérez

"No todos los ojos miran igual tras el objetivo, igual que no todas las luces iluminan con la misma intensidad o no todos los ángulos muestras lo mismo. El arte es para todos, pero parece que nos han asignado lugares estáticos dentro de éste. El fotógrafo y la modelo, el director y la actriz, el pintor y la musa. El arte, del mismo modo, se ha convertido en algo invariable, lleno de polvo y monótona predictibilidad. Aun así es casi mágico, salir a la calle y ver a un grupo de chicas haciéndose selfies enfrente de un anuncio estereotipado y plástico de cualquier marca de ropa actual. Verlo es como escuchar susurros risueños entre gritos de guerra, porque no nos sometemos a las formas imposibles en las que nos retratan otros, hoy nos retratamos nosotras, poniendo caras, haciendo posturitas, mirando directamente a la cámara, mirando a cualquier punto menos el principal. Nos retratamos unas a otras, jugando con la magia del autoconocimiento, la solidaridad y la confianza. No todos los ojos miran igual tras el objetivo, y me pregunto qué pensará una fotógrafa buscando trabajo, abriendo una revista y que la bombardeen una retahíla de fotos de mujeres con una firma de hombre al final de la página, me pregunto qué pensará también la modelo, me pregunto si todas lo pensamos alguna vez.


Cindy Sherman

Pero hablemos de la magia, hablemos de que hemos estado siempre ahí, en la moda, en las revistas, en las guerras, hablando alto y claro con flashes buenos y malos y ojos abiertos para captarnos bien. Hablemos de Gerda Taro, que en su objetivo centró conflictos y batallas, hablemos de Cindy Sherman que hizo visible lo que nos habían impuesto como invisible con sus retratos a mujeres en actos cotidianos, sin esa sonrisa de metal frío y duro, sin esa belleza de cristal que se fragmenta en la mirada a fondo. Reales, como nosotras, como solo podríamos saberlo siendo, sintiendo, viviendo el ser mujer. Hablemos de los montajes de Barbara Kruger, protestas visuales del derecho a la mujer sobre su cuerpo, su batalla, la de una mujer contra un sistema, hablemos de ellas.



Barbara Kruger

Pero no solo hablemos del ayer, de las que estuvieron en sus formas más visibles o invisibles, hablemos también del hoy, de la bandera que ondeamos en cada superficie que intentamos conquistar, a golpe de flashes, a golpe de clicks, a golpe de poses reales e infantiles, de muecas que nos hacen facciones desproporcionadas, de sonrisas dentudas y de cuerpos desvergonzados, firmamos la bandera: con cariño de nosotras para las que más queremos, nosotras. Gritemos los nombres de las nuevas voces silenciosas que inundan  las galerías anónimas y nuestros Instagrams. Contemos como Ashley Armitage retrata a mujeres en la piscina, con pelos en los sobacos, en las piernas y en las ingles, con cuerpos parecidos y diferentes, con ropa y sin ropa, con maquillaje, sin él, con pegatinas, con purpurina, con sujetador y sin, comiendo, llorando, realidad. Hablemos de que Petra Collins hizo una colección dedicada a las chicas sacándose selfies, quizá luego las borraron porque no les gustaban, eso no importa. Pasémonos entre nosotras las fotos de Natalia Iguiñiz, retratando el rol de la mujer en la familia, redefiniéndolo.




Ashley Armitage

Y hablemos de ellas, y de muchísimas más, alto y claro, para que todas sepamos que existen, que podemos hacernos una foto sin llevar el bikini nuevo, sin meter barriga, sin estar perfectamente maquilladas, podemos jugar a ser otras, podemos simplemente hacernos una foto serias, entre nosotras, solas, a otras, a cosas, podemos probarlo todo.






Petra Collins

Una amiga me pide que le haga fotos, me alegra, porque serán nuestras, será ella, yo y los secretos que podemos compartir todas, las experiencias, los sueños, la esencia de ser quienes somos, y no saldrá en Vogue, ni será una valla publicitaria de Chanel, será mejor, será nuestra, nos la dedicaremos a nosotras mismas, con cariño y con ganas de vernos, para nosotras de nosotras."
Natalia Iñíguez


Alba Pérez - http://elvxrtedero.blogspot.com.es/ - twitter.com/AlbaTenenbaum

martes, 2 de agosto de 2016

Las "histéricas"

La histeria femenina era una enfermedad diagnosticada en la medicina occidental hasta mediados del siglo XIX. Los síntomas eran muchos: desfallecimientos, insomnio, retención de fluidos, pesadez abdominal… y “tendencia a causar problemas”.
¿Tendencia a causar problemas? ¿Estamos acaso ante una patologización de la rebeldía femenina? Mi respuesta, queridas, es que sí: la medicina no ha sido a veces más que una herramienta más de la sociedad para controlar a las oprimidas.

Véase si no el desarrollo de la frenología, ciencia que sustentaba la creencia de la supremacía blanca sobre el resto de las “razas”. Véase la ya superada clasificación de la homosexualidad como una enfermedad (y de la transexualidad, hoy día); la esterilización forzada de mujeres indígenas, discapacitadas y enfermas mentales… y, sin ir más lejos, la ablación del clítoris practicada en Occidente hasta el mismo siglo XX a las mujeres que se masturbaban, a manos de médicos cualificados.

Pero si estoy escribiendo esto es precisamente porque creo que el mito de “la histérica” va más allá de la misoginia en la Historia de la medicina. “La histérica” es, para mí, una mujer que ha existido siempre y que sigue existiendo; “la histérica” somos todas las mujeres en algún momento de nuestras vidas.

¿Por qué, si son hombres principalmente quienes golpean con el puño la mesa, somos nosotras las “histéricas” en cuanto levantamos la voz? ¿Por qué, si la mayor parte de crímenes violentos los cometen hombres, no existe semejante alarma ante el despertar de la “histeria masculina”?

Porque la “histeria masculina” es ira y la ira, en los hombres, se tolera e incluso se aplaude. 

La ira masculina es respetable; la ira masculina impone. La ira femenina, sin embargo, se desata “porque estás con la regla”; las mujeres no estamos enfadadas, las mujeres somos unas amargadas porque estamos “malfolladas”.

Así que yo reivindico el derecho femenino a enfadarnos, a levantar la voz; a rebelarnos y a ser asertivas y hacer respetar nuestro derecho a expresar nuestro desacuerdo con un mundo que nos presupone señoritas, siempre solícitas, siempre asintiendo.

Y reivindico la necesidad masculina de desaprender la agresividad, de dejar de ser los verdaderos “histéricos” e interiorizar métodos más sanos de canalizar vuestra ira que pegar gritos y asestar golpes.

Construyamos un mundo en que no existan “las histéricas”. Un mundo en que las mujeres nos enfademos y se nos tenga en cuenta, un mundo en que los hombres os enfadéis sin recurrir a la violencia.