viernes, 4 de diciembre de 2015

El bodyposi no se enseña; la gordofobia, sí

Este es un artículo de @nitamoriart, Ana Martín, sobre la gordofobia y el daño que hacen ciertas palabras y burlas. Nada más leerlo supe que necesitaba darle a esta chica un lugar donde proyectar su voz porque por su forma de escribir y lo que escribe se merece que la lean.

"El bodyposi no se enseña; la gordofobia, sí.

Iba a comenzar este artículo diciendo que siempre fui esa chica rellenita de la que se burlaban, pero no sería realmente cierto. Cuando era un bebé -un bonito bebé sonriente y gordito- no tenía estos problemas. Porque cuando eres un bebé, estar gordito es sinónimo de buena salud, pero en cuanto empiezas a andar por tu cuenta se convierte en un problema.

No he venido aquí a negar que el sobrepeso conlleve riesgos para la salud, porque sería negar mi propia experiencia y mis conocimientos como bióloga, pero sí quiero gritarle al mundo que esos problemas sólo nos conciernen a quienes los padecemos, y a nadie más. Vuestros comentarios sobre que deberíamos comer menos y ejercitar más sobran: no son por nuestro bien, son por vuestra manía de meteros donde no os llaman y sentir que estáis sanando a la gente con palabras que sólo hieren. Bromeáis sobre cómo acabará explotando aquel chico de vuestra clase mientras su corazón sufre por vuestra crueldad y no por el colesterol. Os burláis de que aquella otra chica necesitará una XLLL por sus muslos, cuando en verdad usa una XS, porque no tenéis ni idea de lo que las tallas representan. Bromeáis sobre cuántas hamburguesas comerá aquel chico que pasó andando delante de vosotros sin saber que sufre un desorden hormonal que le provoca dicho sobrepeso. Os burláis de la nueva de la clase mientras torturáis a vuestra mejor amiga recordándole que “menos mal que ya no estás así”; y ella fuerza una sonrisa y piensa en todas las veces que estuvo a punto de matarse de hambre, y recuerda a todas las amigas que se perdieron a ellas mismas en los trastornos alimenticios. Os burláis del mejor jugador del equipo por no estar “en forma” y lo hacéis por las redes sociales porque tenéis miedo de que os gane en una pelea -y no porque “os aplaste con sus lorzas”, sino porque sabéis que entrena con más fuerza que vosotros-. Os burláis de cuánto pesará aquella otra chica rolliza, cuando en realidad es la persona más ligera de vuestro instituto. Porque no tenéis ni idea. No tenéis ni idea de qué significa tener sobrepeso ni de la diferencia que existe entre eso y tener una constitución física gruesa; no tenéis ni idea de lo que las palabras pueden hacer en una persona, y os escudáis en vuestra patética “libertad de expresión” mientras miles de mujeres vomitan los únicos 4 trozos de manzana que se aventuraron a comer en 48 horas; os disculpáis alegando que somos demasiado sensibles mientras os reís sin parar porque el chico con el que os metíais ha reunido el suficiente valor como para apuntarse a un gimnasio a ver si así cesan vuestras burlas.

Generáis un grandísimo problema y tenéis después la cara dura de decirnos que para liberarnos deberíamos poner en el punto de mira a las chicas delgadas, cuando ellas no tienen ninguna culpa. Dejad de decirnos que luchemos para que hagan las tallas más grandes y empezad a aceptar que existe un grandísimo abanico de números y no todos podemos encajar en una 38 porque no todos medimos lo mismo.

Hoy escribo esto para todas aquellas chicas que no tuvieron amigas lo suficientemente empáticas como para decirles que no estaban gordas, o para decirles que lo estaban y aun así eran preciosas. Escribo esto para todas aquellas personas que tuvieron que aguantar a sus padres martirizándoles en las comidas familiares instándoles a dejarse el postre. 
Escribo esto para todas aquellas chicas a las que nos prohibieron usar tirantes, shorts y palabras de honor para no ofender a una sociedad incapaz de ver nuestra carne sin poner cara de ir a vomitar. Escribo para todas aquellas personas que tuvieron que aguantar una y otra vez el “no encontrarás a nadie que te quiera si no adelgazas”. Escribo para todas aquellas personas que fueron rechazadas por su cuerpo -y no de buenas maneras. Esto es para vosotros: ni vuestro peso ni vuestra constitución física -y mucho menos los comentarios ajenos- determinan ni vuestra belleza ni vuestra valía. Porque el canon de ahora nos odia, pero hace 200 años habríamos sido hermosas -y hermosa no habría sido sólo una forma bonita de decir “gorda”, sino que habría significado “bella” de verdad-; los artistas habrían querido pintarnos o esculpirnos, y la exhibición de nuestros cuerpos habría sido motivo de admiración en lugar de vejación. Escribo para deciros que podemos dejar a nuestros adipocitos tragarse todos esos odiosos comentarios y quemarlos como la grasa que nos hizo sentir mal. Podemos llevar la ropa que queramos. Podemos sentirnos fuertes y sexys. Podemos escupirles a los que usan el “gordibuena” como halago y hacerles saber que nuestro grosor no nos impide ser bellas, que no necesitamos sus etiquetas. Porque no es mi imagen la que ofende: son sus palabras.


Ana Martín"

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