viernes, 13 de noviembre de 2015

Me levanto sabiendo que me espera un mundo que no es para mí

Me levanto sabiendo que me espera un mundo que no es para mí. Un mundo que no tiene suficiente espacio para mí. Un mundo que me obliga a empequeñecer y a callar porque mi voz, esta voz con la que nací que grita y llora y susurra y explica, es demasiado molesta. Un mundo que prefiere taparse los oídos a escucharme, mirar hacia otro lado a verme.

Me levanto sabiendo que me espera un mundo que me miente. Un mundo que me dice que sí, que me acepta y me quiere en su seno, que tengo derechos y soy digna de un nombre y una vida a mi altura. Un mundo que me cuenta un cuento tan bonito mientras cuchichea historias de miedo al oído de las niñas que son como yo. ¿No es consciente acaso de que los monstruos de sus fábulas también son como yo?

Me levanto sabiendo que me espera un mundo que tan sólo me tolera. Un mundo que ha asumido que existo y que molesto pero que hace todo lo posible porque no haya más como yo aquí. Me levanto y se me rompe el corazón, ya a primera hora del día, por todas las niñas que crecen intentando encajar en un mundo que nunca se construyó para ellas. Por todas las niñas que se arrancan partes de sí, que destiñen porque los colores del arco iris son demasiado brillantes para este mundo en blanco y negro.

Me levanto sabiendo que este mundo que se ofrece a mantenerme viva es el mismo que intenta matarme mientras duermo. Me levanto sabiendo que este mundo en que puedo casarme es el mismo mundo que se resiste a dar asilo a una refugiada lesbiana perseguida en Camerún. Me levanto sabiendo que este mundo en que es ilegal perseguirme por ser como soy es el mismo mundo en que quinceañeras se desangran con sus propias manos por ser como soy, porque nadie les ha dicho que sí, se puede ser así, porque no hay nadie en los colegios y las casas y los clubes que les explique que siendo así se puede llegar a adulta. Porque ya no existe la homofobia pero sí los padres homófobos, al parecer, y la ley se queda a las puertas de casa. Y del instituto. No sé cómo les extraña que acabemos dándonos a la bebida.

Me levanto sabiendo que este mundo en que dos hombres ya pueden andar de la mano es un mundo en que lo que yo soy cuando ando de la mano de otra mujer no es más que un fetiche, una categoría de página web pornográfica, un nuevo juguete para su consumo. En que sus manos y sus palabras recorren mis pechos y mi trasero en busca de los rastros que han dejado otras mujeres.

Me levanto sabiendo que este mundo en que ya es ilegal intentar curarme en una clínica es el mismo mundo en que hay hombres arreglándoselas para creer que pueden arreglarnos de un polvo. Me levanto sabiendo que lo hago en un mundo en que ha sido necesario acuñar la expresión “violación correctiva”. Me levanto sabiendo que este mundo en que lo que yo soy ya no necesita de medicinas es el mismo mundo en que mis hermanas trans pasan años en las manos de psiquiatras solo por existir de la forma en que lo hacen. Me levanto sabiendo que este mundo que es peligroso para mí es directamente mortífero para mis hermanas bisexuales, que les roba la salud y el sexo y la vida poco a poco pero de forma certera.

Me levanto recordando a todas las muertas que murieron porque yo pueda vivir como vivo. Me levanto recordando un tiempo en que las mujeres como yo ardían en la hoguera por penetrarse unas a otras mediante objetos fálicos, en que se aplicaba la castración química a los hombres como yo. Me levanto sabiendo que aunque yo jamás contraiga el SIDA seguiré estrechamente ligada a la historia de esta enfermedad a la que arrojaron a tantos de mis hermanos. Me levanto sabiendo que a la revolución de Stonewall le debo poder tomar la mano de una mujer sin miedo a la policía (a mí se me permite temer tan solo al resto de personas que nos rodeen).

Me levanto con la cabeza llena de recuerdos, así como de sueños de un futuro distinto. Me levanto orgullosa, que no agradecida, por todo el terreno que les hemos ganado; no les voy a dar las gracias por regalarnos nada porque nada nos han regalado, todo lo que tenemos se lo hemos arrebatado luchando. Me levanto orgullosa y sin embargo no tengo suficiente. No creo que nunca vaya a tener suficiente, tendría que vivir más tiempo para poder estar conforme con algo.

Porque enorgullecernos del mundo que hemos conquistado no puede cegarnos a la realidad de que sigue sin ser un mundo construido por y para nosotras. Tenemos que levantarnos todas las mañanas y ser conscientes de que esto no se ha acabado, de que ni siquiera ha empezado, de que nuestras niñas se odian y sus padres alimentan ese odio a base de comentarios bienintencionados y silencios cómplices. De que los colegios son pastos en cacerías y las calles terrenos hostiles.

Me levanto en un mundo que es un poco más mío que ayer, anteayer y hace dos siglos pero que sigue sin ser por y para mí. Me levanto sabiendo que ya he llorado suficiente y si mi voz molesta es por algo.

Me levanto lamentando todas las lágrimas que he llorado por ser como soy. Me levanto orgullosa de que la rabia contra mí misma se haya convertido en rabia contra este mundo que no es para mí.


Me levanto jurándome que no me voy a conformar con un alto al fuego. Que pienso luchar hasta ganar esta guerra.

1 comentario:

  1. Me levanto sabiendo que no estoy sola y que mujeres como tu me acompañais y me dais fuerza...Gracias por compartir!!!

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